La imagen de la noticia

La imagen de la noticia
Autodefensas en Michoacán (foto publicada en Excélsior)

25 de marzo de 2013

Víctimas...


La mañana del jueves 23 de junio de 2011, en el Castillo de Chapultepec, un numeroso grupo de ciudadanos mostró el dolor de un México herido por el crimen organizado y lastimado por la omisión de las autoridades, más bien del Estado, el responsable de garantizar la seguridad y la paz para todos sus ciudadanos.
¿Se acuerdan? Hablo de aquella reunión en la que las víctimas fueron representadas por Javier Sicilia, Julián LeBarón, Araceli Rodríguez Nava, María Elena Herrera y Norma Ledezma, y las autoridades, por el entonces presidente de la República, Felipe Calderón, su esposa Margarita Zavala, la que fuera procuradora Marisela Morales y los entonces secretarios de Gobernación, Francisco Blake Mora, y de Seguridad Pública, Genaro García Luna, entre otros funcionarios de ese gabinete.
Aquel histórico encuentro —lo califico así porque no se había dado uno igual, en donde los ciudadanos de a pie encararan y reclamaran de tal forma a las autoridades— inició con un minuto de silencio por los muertos, las víctimas inocentes de la guerra contra el crimen organizado.
Javier Sicilia dijo a Calderón: “Ustedes son responsables de las 40 mil víctimas de la guerra contra el crimen. Está obligado a pedir perdón por los muertos”. Ese día el poeta, quien perdió un hijo en la que llamó “una guerra atroz”, pidió la creación de una comisión ciudadana de la verdad, un nuevo modelo de justicia y un nuevo sistema político.
Cuando terminó Sicilia, Felipe Calderón le preguntó si en verdad creía que todo era culpa del gobierno, si no le habían hablado de Los Zetas y de los grupos criminales durante su caravana, si realmente creía que replegando a las fuerzas federales el crimen dejaría de secuestrar, extorsionar y generar violencia. Le dijo que la disputa de cárteles contra cárteles es lo que genera la violencia y encuentra complicidad en autoridades corruptas.
Felipe Calderón admitió que había que pedir perdón, pero por no haber protegido a las víctimas inocentes. No pediría perdón por actuar; que si de algo se arrepentía era de no haber empezado antes la guerra contra el crimen.
María Elena Herrera —madre de cuatro hijos desaparecidos, dos de ellos secuestrados en Veracruz— denunció que la PGR y García Luna no le habían hecho caso. Les dijo algo cierto, que cuando yo lo escuché me estremeció: “…en México, las víctimas primero tenemos que superar el miedo, después la humillación de las autoridades…”
Al salir de esa reunión, Julián LeBarón —quien perdió en Chihuahua a su hermano y a un amigo, los dos, activistas contra el secuestro— anunció la continuación de una caravana de ciudadanos que recorrería todo el país en busca de más víctimas del crimen organizado.
En 2011 hablaban de 40 mil muertos; hoy se dice que la cifra superó los 60 mil o más. Esa mañana de junio, sin tenerlo del todo claro, se esbozó lo que hoy es la Ley General de Víctimas, una legislación que también nació atropellada, primero vetada por Calderón, luego publicada por Enrique Peña Nieto con un sinnúmero de imprecisiones y omisiones que obligaron al Senado a confeccionar una nueva con 150 cambios, aprobados el pasado jueves 21 de marzo.
La caravana de esta nueva ley aún no concluye, pues tendrá que esperar la aprobación final de la Cámara de Diputados y sortear un nuevo obstáculo: ¿De dónde saldrán los recursos para crear, por ejemplo, el fondo económico de protección a las víctimas? El documento aprobado por los senadores dice que la federación y los estados tendrán que destinar recursos etiquetados para este fin. Insisto en la pregunta: ¿De dónde saldrá el dinero si los estados están endeudados, como Coahuila, y algunos en banca rota, como Tabasco, con el reciente fraude del ex gobernador Andrés Granier?
Y aunque tuvo que pasar un año nueve meses para darle, por lo menos, seguridad jurídica a las víctimas del delito, hoy podemos decir que gracias al activismo de ciudadanos como Javier Sicilia, Alejandro Martí y María Elena Morera, hoy hay una ley que protege a las víctimas o a los familiares de los muertos y desaparecidos, pero falta camino por andar.

Les comparto el enlace:
Víctimas 2013/03/24 | Excélsior

18 de marzo de 2013

Cambios


En los últimos días hemos sido testigos de diversos acontecimientos. Las noticias que nos han sorprendido no sólo son nacionales ni tienen que ver exclusivamente con la lamentable inseguridad o la violencia del crimen organizado, que de pronto tomaron las agendas periodísticas e invadieron de preocupación y temor al ciudadano. En el mundo se registraron sucesos históricos que invocan al cambio.
Hoy sabemos que Elba Esther Gordillo está en la cárcel acusada de desviar recursos del sindicato de maestros para enriquecer sus cuentas bancarias y mantener su estilo lujoso de vida. También fuimos testigos del acuerdo logrado en el consejo rector del Pacto por México para trabajar en la reforma constitucional en materia de telecomunicaciones, un tema impensable en otros tiempos, cuando los intereses privados y los compromisos creados pesaban más que el desarrollo nacional.
Vimos, a principios del mes, a un PRI reunificándose en torno a la figura presidencial; se reconstruye después de 12 años de derrota presidencial y cambia sus documentos básicos. Le faltaba línea. Este fin de semana, el PAN comenzó a dar señales de cómo procesará su derrota electoral, su división interna, su mezquindad para apoyar sin reproches a Josefina Vázquez Mota. Sabremos cómo asumieron los panistas sus propias decisiones, por ejemplo su alianza con La Maestra, y qué harán con la reforma a sus estatutos.
De los partidos llamados de “izquierda” ni hablar, porque ni ellos saben quiénes son, qué quieren ni quién los representa. Confunden la pluralidad de ideas con la lucha de poder entre tribus.
Esto ha pasado en los últimos días a nivel nacional, pero en el terreno internacional las noticias no son menos importantes, por el contrario nos han mantenido en el filo de la butaca. Un ejemplo, la muerte del presidente venezolano Hugo Chávez.
La otra noticia vino desde el Vaticano, primero la renuncia del papa Benedicto XVI y después la elección del nuevo pontífice, el miércoles 13 de marzo, un jesuita argentino llamado Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, Francisco.
En las dos últimas semanas América Latina ha sido el foco de la noticia.
El mundo refleja dinamismo, pero todos estos acontecimientos anuncian un cambio y eso es muy bueno, porque en el cambio está la evolución. Pero, ¿sabemos hacia dónde vamos? ¿Para qué cambiar? ¿Qué queremos como humanidad? ¿Estamos listos o sólo nos dejamos arrastrar por los acontecimientos?
Lo pregunto porque de qué sirve tener tras las rejas a Elba Esther Gordillo si no acabamos con la corrupción y la complicidad entre poderosos, si la omisión sigue presente. ¿Cuál es el compromiso con la educación? ¿La reforma educativa resuelve el rezago, atiende las necesidades de un sistema escolar agonizante, sin infraestructura, con maestros que rechazan prepararse y abrirse a las nuevas tecnologías e idiomas? ¿Se dotará a los planteles escolares con equipo de vanguardia, se arreglarán los inmuebles, los baños, los techos, los vidrios? ¿Se exigirá más compromiso a los padres de familia?
Y hay otras interrogantes para los partidos políticos, porque de nada sirve acordar desde las cúpulas del poder los grandes cambios, como la mencionada reforma a las telecomunicaciones, si no se sabe cabildear esos consensos con los militantes de sus partidos, si esas grandes reformas no benefician al ciudadano con una mayor calidad, pluralidad y equidad en los contenidos y servicios relacionados con la televisión, la radio, la telefonía, el internet.
¿Sirve que los partidos modifiquen sus estatutos si éstos no incluyen las necesidades de sus seguidores, de los ciudadanos de a pie que votan por ellos?
¿Venezuela está listo para evolucionar, para crecer económicamente y romper dogmas? ¿Continuará por la misma línea? Es indudable que con Chávez, más allá de filias y fobias, hubo una mayor repartición del pastel, pero Hugo Chávez no hizo crecer ese pastel y no fue suficiente.
Y la Iglesia católica, ¿por qué volteó a Latinoamérica? Sí, aquí es donde más fieles ha perdido, el número de católicos que hablan español se cuenta en millones y su suma se convirtió en resta. ¿Pero qué sabe de las necesidades del ser humano de hoy? ¿Está dispuesta a evolucionar su pensamiento para responderle y conquistar el corazón, el pensamiento y la voluntad del nuevo individuo, éste que ahora cuestiona, discute, demanda, que dejó de ser pasivo, que se informa y evoluciona?

Les comparto la liga:

Cambios | Excélsior