La imagen de la noticia

La imagen de la noticia
Autodefensas en Michoacán (foto publicada en Excélsior)

18 de agosto de 2014

Mochos

 Hace algunos años estuvo de moda denunciar la misoginia del lenguaje cotidiano, expresada en la diferencia radical que cobran algunas expresiones coloquiales dependiendo del género al que se refiera. Ejemplos: un “golfo” es un hombre desobligado, vicioso o flojo, una “golfa” es una prostituta; un “zorro” es un hombre taimado y astuto, una “zorra” es una prostituta; un “aventurero” se aplica por igual a un personaje osado o a un oportunista, pero una “aventurera” es, inequívocamente, una prostituta.
Lo mismo ocurre con la expresión “hombre público”, que de nueva cuenta aplicado al sexo masculino proyecta una mejor imagen que la frase “mujer pública”. En el segundo caso ya sabe a qué nos referimos, pero en el primero, una ironía del destino cambió esta semana la connotación positiva que aquella expresión tiene.
En su calidad de “hombres públicos” (es decir, prominentes, importantes, destacados, famosos, influyentes), un grupo de diputados del Partido Acción Nacional fueron exhibidos en un video que documenta cómo se divirtieron en enero pasado, cuando se reunieron en Puerto Vallarta para debatir la posición de su bancada respecto de la Reforma Energética. Difundidas por Reporte Índigo, las imágenes se volvieron tema de conversación obligado por la forma como uno de los legisladores manosea a una de las bailarinas detable dance con las que convivieron en una mansión del balneario jalisciense.
A estas alturas, ya dos cosas debieron haber aprendido los panistas de este episodio. La primera, que en una época en la que de todo queda registro gracias a la tecnología, la más elemental discreción obligaría a los servidores públicos a evitar cualquier tipo de conducta que dañe su imagen, máxime si se trata de congresistas que le deben su cargo al voto popular. La suma de plataformas periodísticas y redes sociales ya debieron haber enseñado a los “hombres públicos” que su honorabilidad puede revertirse en un santiamén.
Y la segunda lección es que precisamente fue su carácter de “hombres públicos” lo que volvió comentable su conducta privada. Cualquiera que sea la opinión que uno tenga sobre los table dance, no es una forma de divertirse que dé prestigio, y menos a representantes populares. Como ocurrió en el caso referido, los votantes que los eligieron, directa o indirectamente, se preguntan con razón si aquella francachela se pagó con dinero público. Y aun cuando no hubiera sido así, es probable que una buena porción de electores considere de mal gusto la afición de estos personajes y la asocie con su aptitud como legisladores y piense dos veces antes de darles de nuevo su voto.
Lo notorio es que haya sido este episodio el que le costara el puesto a Luis Alberto Villarreal, uno de los protagonistas del video de los llamados diputables, y no las denuncias de que éste le cobraba una suerte de diezmo (una mordida) a los presidentes municipales que acudían a gestionar recursos públicos. ¿Pudo más la mochez que el llamado moche?  ¿Por qué el pasado miércoles Gustavo Madero publicó en su cuenta de Twitter que “los comportamientos particulares de nuestros militantes no podrán pasar sin consecuencias cuando afecten la imagen y vida de nuestro partido?”, ¿acaso las abundantes denuncias de una práctica de corrupción afectaron menos la imagen de su partido que los gestos lascivos de unos congresistas que pagaron caro su noche de juerga con unas bailarinas?
Más allá de la respuesta que el propio dirigente podría dar, algo de culpa tiene la opinión pública, más conmocionada por unas manos recorriendo una falda que por otras manos cobrando mordidas. Aunque probablemente esto también forme parte del cálculo. Los moches no hicieron mayor mella mientras se definía el relevo en la dirigencia interna del PAN, y la actuación de la bancada era clave en la definición de varias reformas que estaban en el asador. Quienes interesadamente filtraron el video obsceno estaban conscientes de que en la sique del mexicano pesa más la moralina que la honestidad.
En todo caso, como ciudadana, lo que reprocho es la falta de decencia, y con ello me refiero, por supuesto, al manejo escrupuloso de los recursos públicos que hagan los representantes populares y no a lo que hagan con su tiempo libre. Los vicios privados me interesan menos que los públicos. El table dance no pasa de ser mera anécdota. Desterrar la corrupción es el tema que debiera estar sobre la mesa. Como en otros casos de cuestionamiento al quehacer de los “hombres públicos”, la mochez nos hace quedarnos troncos, mochos.
            Twitter: @Fabiguarneros
Publicada el domingo 17 de agosto de 2014 
Mochos | excelsior

15 de agosto de 2014

Un niño musicalizado es un adulto pleno..., César Tort

Salud Pública

¿Sabía usted que en México hay 6.4 millones de personas con diabetes mellitus y más de 23 millones con hipertensión arterial? Pues sí y usted podría ser uno de ellos o lo que es peor: usted podría aumentar la estadística y aún no lo sabe.
El Coneval ha documentado que 30.8% de la población mexicana no ha sido pesada o medida por un médico o enfermera; 47% de la población mayor de 30 años no se ha practicado un análisis de sangre para determinar sus niveles de glucosa y el 31% de los mayores de 30 años no se ha tomado la presión arterial. 
Esto es un problema de salud pública que exige una estrategia integral para enfrentar las principales causas de enfermedad y muerte en el país. ¿De qué estamos hablando? De que cada año mueren más de 140 mil personas por obesidad y diabetes y el reto es trabajar de manera más eficiente en la medicina preventiva y en garantizar que cada mexicano tenga acceso a los servicios de salud, pues todavía hay 25.3 millones de mexicanos que no cuentan con uno.

Les comparto mi cápsula de opinión en Azteca Opinión

12 de agosto de 2014

Calladitos

Culminó el proceso para la aprobación de las leyes secundarias en materia energética con la noticia de que no se concretó la tan anunciada “madre de todas las batallas” que los opositores a esta reforma tanto cacarearon.
Mucha tinta y papel se consumieron en la difusión de teorías de la conspiración ociosas sobre la extraña coincidencia de que el debate legislativo coincidiera en tiempos con los partidos de la Selección Mexicana en el Mundial de Futbol de Brasil. Dato duro simple: el Tri fue eliminado el 29 de junio y las leyes secundarias fueron aprobadas en su totalidad el pasado miércoles 6 de agosto. Pasaron casi 40 días en los que pudo haberse organizado la “resistencia” (en forma de marchas, bloqueos, tomas de tribuna) que en cualquier sentido sonaba a profecía autocumplida. Pero no ocurrió.
¿A qué se debió tanta civilidad? ¿Pudieron más las vacaciones del verano? ¿Los ultras se dieron cuenta de que el tema no prendía entre la gente? ¿O de alguna forma, en el fondo de su corazoncito, las izquierdas sí están de acuerdo con la reforma y por eso no hicieron mayor alharaca, aunque votaron en contra y sacaron mantas en las sesiones para no decepcionar a sus bases?
Puede ser una mezcla de todas, o ninguna. Me arriesgaría a especular que las izquierdas le bajaron a su ruido porque, sí, curiosamente, están apostando a la civilidad.
Si bien el Partido de la Revolución Democrática no renunció a la estrategia de impugnar lo más que se pudo las nuevas legislaciones interponiendo reservas que ocasionaron sesiones maratónicas, lo cierto es que no ofreció ese lamentable (e inútil) espectáculo de tomar a como diera lugar las instalaciones camarales para obligar a los legisladores de los otros partidos a instalar la Mesa Directiva desde un balcón, en el mejor de los casos, o buscar un recinto donde sesionar, en el peor de los casos.
Asuntos como quién cargará con el problema de los pasivos laborales de Pemex y CFE desataron un nuevo debate público, que se vio reflejado en la redacción final de las leyes secundarias. Y aunque no es motivo de orgullo (porque es su obligación), por una vez diputados y senadores privilegiaron el trabajo a las vacaciones, y no se legisló al vapor. Poco de esto hubiera sido posible en los escenarios de encono a los que nos tienen acostumbrados los militantes de las izquierdas, que presumiblemente seguirán insistiendo en la vía de una consulta popular para revertir las nuevas leyes.
Es claro que, de cara al relevo de su dirigencia interna, lo que menos quiere provocar el PRD es la imagen de partido rijoso e intransigente. Y en estos contextos de civilidad inesperada, sorprende que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, quien fuera el adalid simbólico del perredismo en su oposición a la Reforma Energética, haya abierto la posibilidad de competir por el liderazgo del Sol Azteca. Aun cuando no fuera un candidato de unidad, la presencia de Cárdenas sin duda contribuiría a reducir tensiones internas en un partido que ha hecho de las broncas poselectorales la especialidad de la casa.
Pero el caso más notorio de civilidad lo dio, quién lo dijera, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que se aglutina en torno al liderazgo de un Andrés Manuel López Obrador que mantuvo un bajo perfil en el que se supondría que sería su momento estrella, organizando pequeñas reuniones y mítines en poblados alejados, uno de ellos incluso en un recinto religioso.
Es más extraño porque la negociación de la Reforma Energética ocurrió al mismo tiempo que su nuevo partido obtuvo el registro que le permitirá competir en los comicios del año entrante. En el papel, la Reforma Energética le daría los suficientes reflectores para atraer la atención del electorado hacia Morena y marcando claramente una diferencia con el PRD, al que indudablemente le arrancará votos.    
¿Por qué no hizo nada? Una buena hipótesis es que López Obrador ya ensayó otro tipo de cálculo político. Veamos: la meta de Morena y los dos nuevos partidos, como ya lo documentó Excélsior el pasado domingo, es lograr un millón de votos para refrendar su inscripción. Es claro que para convencer a tal cantidad de mexicanos es necesario ofrecer una imagen de moderación, que tampoco es extraña en el tabasqueño. Su paso por la jefatura de gobierno capitalina demostró que cuando era necesario podía mostrar su mejor rostro: conciliador, amable, abierto a la negociación e incluso chistoso. Es obvio, además, que algo aprendió AMLOde la campaña negativa de 2006: en la búsqueda de su supervivencia y el acceso a los fondos públicos, nada sería más devastador que el reciclaje del plantón en Reforma y otros numeritos que sus fieles más radicales han protagonizado.
Esa sería una buena explicación de por qué Morena optó por una paz relativa: no quiere darle municiones a sus enemigos y busca captar simpatías de los moderados de izquierda. Más allá de que lo haga por conveniencia electoral, es sano que un actor conocido por su beligerancia entienda que la competencia por el voto estriba en el diálogo con respeto y no en ver quién grita más fuerte. Hablando firme, pero más quedito, sin duda se verá más bonito.
                Twitter: @Fabiguarneros
Publicada el 10 de agosto de 2014 en Excélsior



Fabiola Guarneros Saavedra - Calladitos

Compromiso

Hace dos semanas escribimos en este espacio sobre la necesidad de que el Estado articule sus políticas públicas, programas e instituciones para atender y procurar a la niñez mexicana. Pero también apuntamos la responsabilidad de la sociedad de recuperar los valores cívicos y construir familias que fomenten valores como el respeto.
El pasado lunes se dio a conocer una noticia que pasó inadvertida entre el cúmulo de escándalos que suelen llamar la atención de esa nube abstracta llamada opinión pública, referente a una modificación legal que, si logra concretar sus objetivos, puede abonar en la construcción de una sociedad más comprometida con sus pequeños.
La Gaceta Oficial del Distrito Federal publicó los cambios al Código Civil en materia de matrimonio, que obligan a los contrayentes a tomar un curso prenupcial sobre temas de prevención de violencia familiar, salud sexual y reproductiva, planificación familiar y respeto a la equidad de género, entre otros, y en los que se establece una especie de padrón de las personas que dejaron de cumplir la obligación de dar pensión alimenticia a sus hijos (Excélsior 29/VII/2014).
Y en un detalle que pudiera parecer anecdótico, el nuevo formato de enlaces incluye la lectura opcional de votos matrimoniales elaborados por los contrayentes, como se estila en las bodas gringas, aunque en el caso chilango la redacción de estos compromisos contará con la asesoría y apoyo del personal del Registro Civil.
En estas épocas en las que las instituciones sociales no parecen gozar de mucha popularidad, es notable que aún muchos jóvenes opten por el matrimonio como una forma para vivir en pareja y formar una familia. Es probable que esto sea consecuencia de valores arraigados que aún tienen un peso muy relevante en la sociedad mexicana. Para muchas personas, casarse representa el momento más importante de su vida, uno que amerita realizar una fiesta que convoque a las familias y amigos de ambos contrayentes, un momento altamente simbólico que, por desgracia, pareciera ser el único motivo de la unión, y no el compromiso sobre la responsabilidad que conlleva una vida en común.
Por fortuna, la sociedad mexicana es diversa y en ella se han configurado distintos tipos de uniones para procurar la convivencia. Cierto romanticismo cursi diría que para vivir juntos no se necesita un papel, y tienen razón. Pero lo que sí se necesita es un compromiso, y ahí encuentro el principal valor de las recientes reformas al Código Civil.
Los matrimonios religiosos en el catolicismo, que es la fe mayoritaria en nuestro país, parten de la base de que la unión es para toda la vida y no anticipan la posibilidad del divorcio. Sin embargo, como me han asegurado amigos que se han casado recientemente, las pláticas prematrimoniales que imparte la Iglesia van más allá de enseñar sobre el valor de los sacramentos e incluyen recomendaciones más contemporáneas sobre la importancia de vivir en pareja y la responsabilidad social de formar nuevas familias, consciente de que la desintegración es un factor que gravita en esa unidad básica de la sociedad. 
Y aunque no faltará quien vea un rasgo de conservadurismo en las nuevas políticas sobre matrimonio civil en la capital, pienso que no está de más, desde el ámbito civil, reforzar entre los futuros padres de los mexicanos del mañana los valores de una convivencia sana, tanto en la intimidad como en la sociedad. Es de esperarse que los matrimonios que se sancionen legalmente bajo estos nuevos preceptos tengan, efectivamente, cursos que brinden no sólo información efectiva y útil sobre sus derechos y obligaciones, sino que también concienticen a los novios sobre situaciones que no vivieron durante su infancia y que hoy representan nuevos desafíos para los padres, como el recrudecimiento delbullying y el acceso de nuestros niños a un mundo de información en internet que sólo con el apoyo paterno y materno podrán procesar adecuadamente, en un entorno de aprendizaje conjunto.
Y si se trata de educar con la realidad, la enseñanza sobre la convivencia de pareja debe partir del respeto como valor máximo, y considerarlo incluso para los momentos extremos en los que, por desgracia, haya quedado atrás la emoción del enamoramiento inicial. Alertar contra la violencia intrafamiliar y fomentar que los padres separados cubran las obligaciones para con sus hijos nunca estará de más.
Casos como el de La Gran Familia en Zamora nos han conmovido, pero entre tanta tinta y papel no se han dejado ver muchas alternativas para evitar que niños vuelvan a ser víctimas de ese horror. No hay soluciones fáciles, rápidas ni mágicas, y quizá la formación desde el matrimonio signifique apenas una pequeña piedrita. Pero de eso y de muchas cosas más están edificados los verdaderos hogares.
                Twitter: @Fabiguarneros

Publicado el 3 de agosto de 2014 en Excélsior




Fabiola Guarneros Saavedra-Compromiso

El debate

Más que una estrategia publicitaria, parece un caso de estudio social. Basta con pararse en una tienda de conveniencia y observar durante un tiempo los anaqueles y refrigeradores. Jóvenes le dan vuelta a las latas y las botellas buscando encontrar su nombre o el de alguna persona especial. Reaccionan emocionados, como gritando “Eureka”, si logran el resultado deseado, y se nota en su semblante la decepción cuando no resulta así.
La fiebre contagia las redes sociales y aun los más acérrimos detractores de la marca se han visto tentados a decir algo, lo que sea, con tal de no estar fuera del tema de moda. Como la tendencia de varios tuiteros y facebookeros es estar “siempre en los grandes eventos”, su punto de vista destila conocimiento y sabiduría acerca de los muchos o pocos valores nutricionales de la bebida, su desdén hacia una táctica publicitaria de la que presumen no ser parte, o el rencor porque su nombre no figura en ninguno de los envases. Y en contraste, otro universo de usuarios exhibe sin pudor sus selfies con su nombre inmortalizado en letras blancas sobre fondo rojo.
Indiscutiblemente, la campaña veraniega de la bebida que los viejos comunistas calificaban como “las aguas negras del imperialismo yanqui” ha sido un éxito desde el momento en el que todo el mundo habla de ella, para bien o para mal. Sus implicaciones rebasan las del mero consumo y se insertan en la vida cotidiana. Y aunque fue generada desde Estados Unidos, es de esperarse que algún efecto tenga para revertir en México el impacto negativo provocado por los nuevos impuestos a bebidas azucaradas. Y no faltará quien diga que se trata de una “cortina de humo” para cubrir la información de que autoridades sanitarias preparan sanciones contra empresas de refrescos y golosinas por incumplir la prohibición de que transmitan publicidad de alimentos que fomentan la obesidad en horarios para niños.
Y esto, ¿qué trascendencia tiene? ¿Es bueno o malo? En estos temas, lo más sencillo (y redituable en términos de popularidad) es tomar partido sin mucha averiguación previa. Si se hace en contra, mejor: uno gana fama de subversivo, rebelde, rockstar. Coca o Pepsi, PC o Mac, blanco o negro. La vida en maniqueo ahorra explicaciones, matices. Y al final lo que quedan son juicios lapidarios, contundentes, inapelables. Bien, para quienes suben sus bonos con eso. Simplemente no llamen a eso debate.
Entender la complejidad de un fenómeno toma mucho más trabajo. Implica primero deshacerse de los prejuicios, luego examinar todos los datos, y al final puede resultar que la conclusión derribe la postura inicial. La recompensa puede ser un escaparate menos ostentoso, pero a cambio lo que se logra es refrescar la mirada.
Lamentablemente, nuestra vida pública está saturada de polarización. El debate, cuando lo hay, es entre dogmas y no entre razonamientos. La masa iracunda en la que se han convertido las redes sociales instaura patíbulos de la moral pública y anda en busca de culpables. Los recientes combates en la Franja de Gaza han servido para documentar que en buena parte de los ciudadanos el conflicto se resume en un pleito de buenos contra malos (póngale la etiqueta que quiera al bando de su preferencia), sin mediar circunstancias particulares, contexto histórico y, sobre todo, protagonismo de extremistas. 
En el caso de Mamá Rosa, la falta de información de primera mano hará que el juicio sea guiado por voces prestigiadas, que van de la defensa a ultranza a la condena despiadada. Por desgracia, el ruido de la masa se sobrepone al de los argumentos y los datos duros se convierten en dardos para el ataque y no en herramientas para el análisis que proponga mejores escenarios para los niños en la orfandad.
Lo mismo pasa ahora que la Reforma Energética está en el trayecto final de su aprobación. Fracasada la intentona de sus detractores de que la población la viera como una venta del patrimonio nacional, ahora la propaganda busca convencer de que se está cocinando un nuevo Fobaproa para que con recursos públicos se paguen los pasivos laborales de los trabajadores sindicalizados de Petróleos Mexicanos. ¿Y acaso eso no ocurría antes? Desde luego, para armar escándalos no se necesitan complicadas explicaciones técnicas. El detalle de cómo se cubrirán esos adeudos será opacado por las arengas. Pero lo que los mexicanos requerimos son explicaciones detalladas y análisis serenos. Si es que, claro, el diálogo de sordos no termina sepultando las pretendidas buenas intenciones de los legisladores que en el próximo periodo extraordinario habrán de resolver el entuerto.    
Por ello, antes de sumarnos a los coros enfrentados, démonos un tiempo para la reflexión reposada. Conozcamos todas las aristas, revisemos sus datos, escuchemos sin prejuicios. Una lectura fresca siempre dará más opciones y alternativas que las frases hechas de siempre. Al final de cuentas, el truco de dar un punto de vista que sea honesto, aunque no necesariamente arranque aplausos, consiste en el más acucioso y exhaustivo acopio de datos que den forma a una cabal opinión. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de debatir y aportar constructivamente y no de ser la última Coca-Cola en el desierto.
                Twitter: @Fabiguarneros

Publicado el 27 de julio de 2014 en Excélsior




Fabiola Guarneros Saavedra-El debate

Descomposición

¿Qué nos pasó? ¿En qué momento nos echamos a perder como sociedad? ¿Cómo se llama este virus que ha contagiado al mundo de perversidad y odio? ¿Cuándo nos pusimos la vacuna para no sentir dolor? ¿Quién nos dio el antídoto para que la indignación sólo sea pasajera?
Estas preguntas más que cuestionamientos, son gritos desesperados de ¿hacia dónde vamos?, ¿qué estamos haciendo?, ¿qué sociedades estamos construyendo?
Durante las últimas tres semanas las noticias más terribles tienen como víctimas a los niños. En Excélsior hemos documentado y dado seguimiento a la problemática, peligros y riesgos que corren los niños migrantes, los que viajan solos desde Centroamérica y México para llegar a Estados Unidos.
“Crisis humanitaria” le puso Obama al fenómeno cuando pidió a su Congreso más dinero para atender el problema. Y entonces salieron a la luz las precarias condiciones en las que se encuentran los menores allá en los centros de detención migratoria de EU: enfermos, sin ropa, con hambre, disputándose una colchoneta, una sábana de la Cruz Roja Internacional o un pedazo de papel de estaño para cubrirse. También con chinches, piojos y otros padecimientos.
Ya no hablemos de que esos niños llegan con miedo, incertidumbre, después de una travesía peligrosa, donde son víctimas del maltrato, la extorsión o los abusos.
La guerra interminable entre Israel y Palestina también se ha ensañado con los niños. Vemos en las agencias de noticias y en las redes sociales las dolorosas imágenes de esos menores asesinados. Lamentablemente no es algo nuevo. Esta historia es cíclica, no se ve su fin y lo peor es la costumbre.
Aquí en México tampoco sabemos respetar los derechos de los niños, ni como Estado ni como sociedad ni como ciudadanos ni como padres. Simplemente violamos sistemáticamente sus garantías.
Qué más les puedo contar de los casos de bullying. Ya hemos visto de todo; hemos opinado mucho, pero ni la SEP ni los padres de familia lo tomamos en serio. Unos culpan a los otros. Y la verdad es que la violencia se enseña en el hogar.
Del maltrato infantil de los padres hacia los hijos también se ha escrito mucho. El caso del niño Owen nos dolió e indignó, y él es el ejemplo de esa fría estadística: uno de cada diez menores son víctimas de la violencia. El pasado domingo 13 publicamos aquí en Excélsior su historia, su entorno familiar y su recuperación en un DIF. Un texto muy cuidado y documentado de mis compañeros Claudia Solera, Laura Toribio y Juan Pablo Reyes.
El martes pasado, el rescate de 458 menores de edad de la casa hogar La Gran Familia, en Zamora, Michoacán, acaparó la atención de los medios de comunicación, pues se trataba de resguardar a niños que vivían entre ratas, mal comían y algunos (según las denuncias hechas ante la PGR) eran víctimas de abusos. Las autoridades están investigando para fincar o deslindar responsabilidades, para aclarar si eran o no explotados, si el albergue se prestaba para la extorsión, mientras tanto el daño a esos niños ya está hecho.
Y más allá del escándalo mediático o del linchamiento social contra la responsable del lugar, Mamá Rosa, no podemos dejar que el foco principal se diluya: ¿quién es el responsable de esos niños?, ¿quién debe velar por la protección de sus derechos?
En México, según la Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar (Relaf), existen 29 mil 310 niños viviendo en 703 casas hogares, públicas o privadas, pero la realidad es que no tenemos una cifra o estadística oficial, no conocemos la situación jurídica de esos menores ni las condiciones de seguridad e higiene en las que viven. ¿Se acuerdan del caso de Casitas del Sur, Caifac y La Casita, donde fueron robados 15 menores de edad? Eso fue en 2008 y desde entonces no avanzamos nada en materia de regulación y protección de esos menores.
El Estado es el responsable de velar por que se respeten las garantías y el derecho a una vida feliz de los niños mexicanos. Cuando no cumple o es rebasado y se da el área de oportunidad para el caos, para que ciudadanos con no buenas intenciones que no buscan el bienestar, la protección ni el cuidado de esos menores se apoderen de nuestros espacios y corrompan a nuestra comunidad.
El Estado debe articular sus políticas públicas, sus programas e instituciones para atender y procurar a la niñez mexicana; es decir, las estrategias en materia de salud, educación, justicia, seguridad, desarrollo tienen que estar engrandadas.
Como sociedad también tenemos una responsabilidad: recuperar los valores cívicos y construir familias que fomenten valores como el respeto. Muchos niños víctimas de la violencia o del abandono provienen de hogares desintegrados, violentos, con problemas de adicciones, etcétera. Las cifras indican que ocho de cada diez agresores fueron también violentados de niños.
No permitamos que la indiferencia nos gane, que esta descomposición social entre como humedad en nuestros hogares.
                Twitter: @Fabiguarneros
Publicado el 20 de julio en Excelsior