Me rehúso a pensar que ese cuadro espantoso que se ha dibujado en las últimas semanas sea el del país en el que vivo.
Cada nueva revelación de lo ocurrido hace ya casi un mes en Iguala pareciera desafiar nuestra capacidad de asombro, más que de análisis. Imposible la frialdad o la distancia. Quizá en otro momento haya espacio para la reflexión reposada, para el pensamiento desapasionado, para la mesura que se le exige a quien trata de explicar la realidad a los lectores como si el alma fuera insensible frente al desgarramiento de mi tierra, de mi gente. Esta vez quiero dejar el manifiesto de mi desazón
Fabiola Guarneros Saavedra-DesazónPublicado el domingo 19 de octubre en Excélsior