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Autodefensas en Michoacán (foto publicada en Excélsior)

20 de febrero de 2014

Contrastes

Hace más de 20 años, cuando México, Estados Unidos y Canadá negociaban el Tratado de Libre Comercio, una palabra común entre quienes descalificaban el acuerdo era “asimetría”, esto es, la descomunal diferencia entre las economías de los tres países que hacían parecer a la nuestra como condenada a desaparecer, casi casi la consumación de una nueva conquista por parte de nuestros vecinos del norte.
Aquellos apocalípticos vaticinaron en sus pronósticos más pesimistas. Y si bien la “asimetría” no trajo consigo la aniquilación de la industria y el comercio mexicanos, sí trajo consigo otras circunstancias inéditas para la región, que no serán seguramente materia de la reunión del próximo miércoles de los mandatarios de las tres naciones en Toluca, pero que vale la pena reflexionar.
Más que de asimetrías, me gustaría hablar de los contrastes que rodean el vigésimo aniversario del acuerdo trilateral, sobre todo en lo que refiere a la relación México-Estados Unidos, marcada por dos agendas —migración y seguridad— que ensombrecen el optimismo respecto de un relanzamiento económico regional.
En el caso de la migración, el balón definitivamente está en la cancha estadunidense. Y en eso radica precisamente el mayor de sus problemas. Por más optimista que se pueda ser respecto de la aprobación de una reforma en la materia que regularizara el estatus de millones de compatriotas del otro lado, y que le permitiera justo a Estados Unidos aprovechar todo el potencial económico de esta población, todo parece indicar que de nueva cuenta se impondrá el cálculo electoral.
El propio presidente Barack Obama pareciera estar resignado a una nueva posposición al declarar a una estación radiofónica de habla hispana que confía en que la reforma migratoria esté lista antes de que termine su mandato, en 2017, aceptando implícitamente la dificultad de aprobarla este año ante el rechazo tajante de los republicanos en la Cámara de Representantes a siquiera discutir el proyecto avalado el año pasado en el Senado.
Darle un nuevo impulso a la economía regional sin reconocer de manera formal y en la ley el aporte mexicano y el de otras comunidades latinas a la economía estadunidense suena tan sólo a una buena intención. Qué más quisiera Obama que cumplir una de las mayores promesas a uno de los sectores de la población que más lo favorecieron con su voto, y qué más quisieran los republicanos moderados que poder capitalizar la decepción de millones de latinos hacia el demócrata. Ambos son víctimas de una porción de radicales de derecha que, si bien no son muchos, sí tienen la capacidad para frustrar cualquier iniciativa progresista en la materia. Lo peor es que, si en las elecciones de noviembre los demócratas pierden su de por sí débil mayoría, muy probablemente habrá que decirle adiós en mucho tiempo a una reforma que despoje a trabajadores comprometidos del adjetivo de ilegales.
Y es justo en el lado más oscuro de la ilegalidad, la relacionada con el crimen organizado, que de nueva cuenta la parte mexicana no sale lo mejor librada. Justo cuando la edición internacional de la revista Time destacó en su más reciente edición el cambio de percepción respecto del problema de seguridad que representaba México para Estados Unidos, en una corte texana surgió una historia escalofriante.
Como bien reportó Excélsior en su edición del pasado 12 de febrero, el sicario Jesús Ernesto Chávez Castillo El Camello confesó que perdió la cuenta luego de asesinar a 800 personas, como parte de su testimonio en el juicio por el asesinato de una empleada del consulado estadunidense en Ciudad Juárez y otras dos personas en 2010.
Testigo estelar en el proceso que se le sigue a Arturo Gallegos Castrellón, quien fue su jefe en el mundo criminal,Chávez Castillo también estuvo implicado en la matanza de jóvenes en Salvárcar, Ciudad Juárez, un crimen horrendo ad hoc con el estilo del que se jactó en su testimonio ante el tribunal, en el que muchos de los crímenes fueron cometidos “para infundir miedo”.
Aun cuando está por verse qué tanto de la confesión está soportado en hechos reales o es parte de un pacto de El Camello con autoridades estadunidenses para que lo protejan de posibles venganzas de Los Aztecas, la pandilla a la que pertenecía, de nueva cuenta el caso sirve para dar armas a los detractores de México en la Unión Americana, al subrayar la especie de que nuestro país es el que aporta la violencia extrema, sin contar que el vecino del norte aporta el mercado y, sobre todo, las armas que dan poder destructivo a las mafias. Puede sonar a prejuicio, pero por lo mismo no extraña que la nota de El Camello se haya conocido gracias a la cadena conservadora Fox News
En medio de estas imágenes extremas, la cumbre de Toluca marcará la agenda de la semana. Es de esperarse que, en medio de las albricias por los logros alcanzados por el libre comercio en 20 años y las expectativas en un mayor repunte económico gracias a las reformas emprendidas en nuestro país, haya un espacio para una reflexión serena de los pendientes de la agenda regional. La salvación pasa por ahí.
                Twitter: @Fabiguarneros

Columna publicada en Excélsior el domingo 16 de febrero

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