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Autodefensas en Michoacán (foto publicada en Excélsior)

19 de mayo de 2014

A extraordinario

Si diputados y senadores fueran estudiantes, su calificación sería de reprobados y, por ende, se irían a extraordinario.
Pero a los inquilinos de San Lázaro no parece preocuparles su trabajo legislativo ni mucho menos los resultados. Se autoengañan. A su propia autoevaluación ya sólo le falta una palomita, una estrellita o el sello con el dibujo de una abeja que diga “tarea cumplida”.
Según sus cuentas, en el periodo ordinario que concluyó el pasado miércoles se “logró la aprobación de 85 dictámenes, de los cuales 74 son decretos, cuatro son nuevas leyes y hubo siete reformas constitucionales”.
Aficionados como son a resumir sus logros en números, los diputados bien podrían incluir en su balance que la minuta de la Ley de Competencia Económica tuvo que ser aprobada con un artículo que… ¡no tiene texto!
En efecto, por un error atribuido a “servicios parlamentarios”, a la hora de numerar el artículo de la minuta enviada por el Senado se saltaban del 128 al 130, por lo que los diputados debieron agregarle un artículo 129 que no tiene texto para evitar que fuera devuelto a los senadores. Todo, con el fin de “dar certidumbre”.
Pero si “dar certidumbre” fuera una materia escolar, esa es justo la que el Congreso fue incapaz de acreditar ni siquiera de panzazo. Otro ejemplo fue el Senado: a pesar de que aprobó 38 leyes y reformas, no pudo concretar 55% de los proyectos a los que se comprometió.
¿A alguien le importa? Como diría el clásico, si a los legisladores no, al resto de los mexicanos tampoco. Pero justo en eso radica lo más grave.
Expertos en el manejo de los tiempos a su antojo, los representantes populares tienen siempre a la mano el recurso de sacarse de la manga uno, dos o tres periodos extraordinarios, los que hagan falta para reponer la tarea que no se hizo a su debido tiempo, por las razones que sean.
Porque a la gente, los que pagamos su salario, no nos importa cualquier peregrina coyuntura política que se les atraviese a los partidos en el momento de crear las leyes que en teoría nos beneficiarán a todos, sin importar colores ni preferencias ideológicas.
Esta vez fue el proceso interno del PAN para elegir líder nacional lo que obstaculizó el proceso legislativo, como en otras ocasiones que se atravesaron elecciones municipales en tal o cual estado. No importa. Desde ningún punto de vista hay una lección cívica que podamos inculcar a nuestros niños, a nuestros jóvenes, a nuestros universitarios o a quienes debutan en el mercado laboral.
El mensaje que el Congreso manda es: ni los tiempos ni las formalidades importan.
Si un alumno empieza a hacer en la noche del domingo la tarea que tiene que entregar el lunes por la mañana, lo más natural es que el trabajo salga mal hecho, con errores graves y sin que cumpla el cometido del ejercicio, que es el de adquirir conocimiento. En teoría, la Ley de Competencia Económica no tenía mayores problemas en cuanto a consensos. Si al final se aprobó con un artículo que, literalmente, no dice nada, es porque terminó atrapada en el embudo que atoró al resto de las reformas y, también hay que decirlo, por la propia irresponsabilidad de los legisladores que se sirvieron con la cuchara grande dándose más de una semana de asueto en Semana Santa, cuando la cantidad de iniciativas a procesar ameritaba un trabajo más intensivo.
Aun con semejante erratota se prefirió aprobar la Ley de Competencia Económica o, de lo contrario, se iba también a extraordinario. Pero no importa, si al fin y al cabo, como justificaron los diputados, “no afecta en lo absoluto la aplicación de la ley”.
Faltará ver qué dicen los expertos en derecho legislativo, pero si los legisladores creen que sus dilaciones “no afectan en lo absoluto la aplicación de la ley”, sería bueno que les preguntaran a los recién nombrados consejeros del Instituto Nacional Electoral qué opinan acerca de la incertidumbre en la que dejaron por lo pronto su operación, al quedar en suspenso las nuevas reglas que regirán los comicios, a 60 días de que venza el plazo constitucional para que éstas queden debidamente establecidas.
Y ya se verá si la tardanza para establecer la legislación secundaria en materia de telecomunicaciones —que por mandato de la propia reforma constitucional debió estar lista en diciembre pasado— no generará una lluvia de amparos por parte de los principales actores, contradiciendo los buenos deseos de los representantes populares, que esperamos no tengan el mismo desaseo en el procesamiento de la mucho más delicada Reforma Energética, en la que un sólo artículo mal redactado será oro molido para los detractores que pretendan impugnarla en tribunales.
Y sí, fueron estos mismos legisladores los que aprobaron y procesaron una Reforma Educativa que en sus partes sustantivas ha quedado en letra muerta. Frente a eso, como en la escuela, no hay extraordinario que valga. Es mejor repetir la materia.
                Twitter: @Fabiguarneros
Fabiola Guarneros Saavedra-A extraordinario

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