La imagen de la noticia

La imagen de la noticia
Autodefensas en Michoacán (foto publicada en Excélsior)

20 de octubre de 2011

La excusa

La pluralidad política no es la que bloquea los acuerdos ni detiene la construcción del México democrático.


El camino andado por México en la construcción de su democracia ha sido sinuoso, sujeto a intereses partidistas, a las ambiciones de poder y a la necesidad de dar respuesta a los problemas de gobernabilidad que se van presentando.
Los conflictos en los partidos y la falta de acuerdos han detenido, muchas veces, la marcha o propiciado que se den pasos hacia atrás, pero en el trayecto se han impulsado una serie de reformas legales y constitucionales que han permitido superar un sistema hegemónico para darle vida y representación a la pluralidad.
La primera reforma en ese sentido se dio en 1977, cuando Jesús Reyes Heroles impulsó cambios legales para permitir la entrada de nuevos partidos al escenario electoral y modificar la fórmula de conformación de la Cámara de Diputados; el objetivo era responder a la entonces realidad de ese México.
Con el paso del tiempo y el andar político, esa reforma no fue suficiente y fueron necesarias muchas más, por ejemplo, las que crearon el Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral, se volvió a modificar la fórmula de integración de la Cámara de Diputados y se incluyó al Senado; se legisló para que el regente capitalino ya no fuera designado por el Presidente de la República y el Distrito Federal tuviera un gobierno electo, igual que las delegaciones.
Es decir, hemos caminado y resuelto realidades. Hoy tenemos necesidad, desde la óptica de los partidos, de una reforma política que permita la reelección de los legisladores, las candidaturas ciudadanas, la consulta popular, la iniciativa preferente, una cláusula de gobernabilidad para la Asamblea Legislativa, y que nos diga qué hacer cuando haga falta el Presidente de la República o su toma de protesta no pueda darse en el Congreso de la Unión.
Hace falta una modificación legal, dicen los políticos, para otorgar la facultad de veto al jefe del Ejecutivo cuando no esté de acuerdo con el Presupuesto de Egresos aprobado por los diputados y otro ajuste a las leyes para permitir la reconducción presupuestal.
Esta reforma política fue planteada como otra oportunidad para devolverle una parte del poder al ciudadano, ordenar las instituciones y garantizar la gobernabilidad en cualquier escenario electoral. ¿Qué pasa entonces? ¿Por qué no llegan los acuerdos? ¿Por qué el Senado aprueba una cosa y los diputados otra? ¿Por qué vemos a los líderes de los partidos Gustavo Madero, Humberto Moreira y Jesús Zambrano en actitud contestataria y defensiva en lugar de propositiva?
La explicación más cómoda se la achacan a la pluralidad. Sí, hoy es más difícil conseguir los acuerdos porque hay más partidos, porque nadie tiene mayoría, porque las ideas se expresan libremente, porque el Presidente que marcaba la “línea” ya no tiene ese poder.
El escenario es más complicado porque cada partido tiene su propia visión de país, porque al interior de las fuerzas políticas hay grupos que se disputan el poder, las decisiones que se toman están pensadas en la elección de 2012, y porque están ocupados en sus procesos internos.
Pero los genuinos intereses partidistas no pueden bloquear el camino que consolida la democracia ni ignorar que construimos un sistema político donde la pluralidad ideológica que existe puede expresarse, recrearse, competir y convivir de manera institucional y ordenada.
La agenda de pendientes está saturada y de no atenderla se puede poner en riesgo lo que hemos construido. La pluralidad de ideas no es la culpable de que no lleguen los acuerdos.
Subdirectora editorial de Excélsior
 fabiola.guarneros@nuevoexcelsior.com.mx
Twitter: @Fabiguarneros

Publicado el 9 de octubre en Excélsior. Les dejo la liga:
http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&id_nota=773598 

No hay comentarios:

Publicar un comentario