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Autodefensas en Michoacán (foto publicada en Excélsior)

12 de agosto de 2014

Compromiso

Hace dos semanas escribimos en este espacio sobre la necesidad de que el Estado articule sus políticas públicas, programas e instituciones para atender y procurar a la niñez mexicana. Pero también apuntamos la responsabilidad de la sociedad de recuperar los valores cívicos y construir familias que fomenten valores como el respeto.
El pasado lunes se dio a conocer una noticia que pasó inadvertida entre el cúmulo de escándalos que suelen llamar la atención de esa nube abstracta llamada opinión pública, referente a una modificación legal que, si logra concretar sus objetivos, puede abonar en la construcción de una sociedad más comprometida con sus pequeños.
La Gaceta Oficial del Distrito Federal publicó los cambios al Código Civil en materia de matrimonio, que obligan a los contrayentes a tomar un curso prenupcial sobre temas de prevención de violencia familiar, salud sexual y reproductiva, planificación familiar y respeto a la equidad de género, entre otros, y en los que se establece una especie de padrón de las personas que dejaron de cumplir la obligación de dar pensión alimenticia a sus hijos (Excélsior 29/VII/2014).
Y en un detalle que pudiera parecer anecdótico, el nuevo formato de enlaces incluye la lectura opcional de votos matrimoniales elaborados por los contrayentes, como se estila en las bodas gringas, aunque en el caso chilango la redacción de estos compromisos contará con la asesoría y apoyo del personal del Registro Civil.
En estas épocas en las que las instituciones sociales no parecen gozar de mucha popularidad, es notable que aún muchos jóvenes opten por el matrimonio como una forma para vivir en pareja y formar una familia. Es probable que esto sea consecuencia de valores arraigados que aún tienen un peso muy relevante en la sociedad mexicana. Para muchas personas, casarse representa el momento más importante de su vida, uno que amerita realizar una fiesta que convoque a las familias y amigos de ambos contrayentes, un momento altamente simbólico que, por desgracia, pareciera ser el único motivo de la unión, y no el compromiso sobre la responsabilidad que conlleva una vida en común.
Por fortuna, la sociedad mexicana es diversa y en ella se han configurado distintos tipos de uniones para procurar la convivencia. Cierto romanticismo cursi diría que para vivir juntos no se necesita un papel, y tienen razón. Pero lo que sí se necesita es un compromiso, y ahí encuentro el principal valor de las recientes reformas al Código Civil.
Los matrimonios religiosos en el catolicismo, que es la fe mayoritaria en nuestro país, parten de la base de que la unión es para toda la vida y no anticipan la posibilidad del divorcio. Sin embargo, como me han asegurado amigos que se han casado recientemente, las pláticas prematrimoniales que imparte la Iglesia van más allá de enseñar sobre el valor de los sacramentos e incluyen recomendaciones más contemporáneas sobre la importancia de vivir en pareja y la responsabilidad social de formar nuevas familias, consciente de que la desintegración es un factor que gravita en esa unidad básica de la sociedad. 
Y aunque no faltará quien vea un rasgo de conservadurismo en las nuevas políticas sobre matrimonio civil en la capital, pienso que no está de más, desde el ámbito civil, reforzar entre los futuros padres de los mexicanos del mañana los valores de una convivencia sana, tanto en la intimidad como en la sociedad. Es de esperarse que los matrimonios que se sancionen legalmente bajo estos nuevos preceptos tengan, efectivamente, cursos que brinden no sólo información efectiva y útil sobre sus derechos y obligaciones, sino que también concienticen a los novios sobre situaciones que no vivieron durante su infancia y que hoy representan nuevos desafíos para los padres, como el recrudecimiento delbullying y el acceso de nuestros niños a un mundo de información en internet que sólo con el apoyo paterno y materno podrán procesar adecuadamente, en un entorno de aprendizaje conjunto.
Y si se trata de educar con la realidad, la enseñanza sobre la convivencia de pareja debe partir del respeto como valor máximo, y considerarlo incluso para los momentos extremos en los que, por desgracia, haya quedado atrás la emoción del enamoramiento inicial. Alertar contra la violencia intrafamiliar y fomentar que los padres separados cubran las obligaciones para con sus hijos nunca estará de más.
Casos como el de La Gran Familia en Zamora nos han conmovido, pero entre tanta tinta y papel no se han dejado ver muchas alternativas para evitar que niños vuelvan a ser víctimas de ese horror. No hay soluciones fáciles, rápidas ni mágicas, y quizá la formación desde el matrimonio signifique apenas una pequeña piedrita. Pero de eso y de muchas cosas más están edificados los verdaderos hogares.
                Twitter: @Fabiguarneros

Publicado el 3 de agosto de 2014 en Excélsior




Fabiola Guarneros Saavedra-Compromiso

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