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Autodefensas en Michoacán (foto publicada en Excélsior)

22 de junio de 2014

Estampas

Ahora que con el Mundial de Futbol está de moda coleccionar álbumes, he decidido armar mi propia colección de estampas a propósito de la política educativa mexicana.
Como ocurre en los hoy llamados stickers (calcomanías), hay un cromo imposible de conseguir, por más que adquiramos sobres y más sobres: el de una educación cabal, integral, que aporte conocimientos y habilidades, y que brinde formación cívica y humanista para los futuros ciudadanos. Una estampa cuyo nombre seguramente empieza con “u” de “utopía”.
En cambio, sucede que varias estampas nos salen repetidas todo el tiempo. Aunque parecen imágenes nuevas porque cambian un par de detalles, se trata en realidad de las mismas escenas recurrentes de la catástrofe perenne en la que vive la enseñanza mexicana. No es posible intercambiarlas por mejores o más escasas, sino por otras parecidas. Justo esta semana nos topamos con todas éstas:
-La prueba. El viernes 30 de mayo fueron robados en la carretera a Chilapa, Guerrero, 13 exámenes escritos de la última etapa de la carrera magisterial para educación primaria, que fueron distribuidos ilegalmente o sirvieron de base para la venta de “acordeones” entre docentes. El hecho obligó a cancelar la aplicación de la prueba e invalidarla donde sí se llevó a cabo. Excélsior publicó el jueves que una copia del examen circuló entre los profesores en un correo electrónico acompañado de un archivo en Word con las posibles respuestas. El caso revela cómo la deshonestidad sigue enraizada en una porción relevante de quienes debían ser ejemplo de honestidad y rectitud. ¿Qué reforma puede prosperar en un terreno ya no digamos infértil, sino de plano podrido por la corrupción?
-La MaestraElba Esther Gordillo puede vanagloriarse de ganar batallas en el ámbito de la legalidad, aunque no en el de la moral. El miércoles, sus abogados lograron que un tribunal cancelara el proceso que enfrenta por defraudación fiscal, aun cuando sigue acusada por lavado de dinero y delincuencia organizada. Quién sabe si la habilidad de sus abogados logre que la exoneren de semejantes cargos. Lo que nunca podrán es salvarla del descrédito social que un día antes provocó que una escuela llamada precisamente Elba Esther Gordillo cambiara su nombre, debido a que sus alumnos y maestros sufrían burlas y acoso precisamente por llamarse así.
-El bullying. O como dice el clásico, muerto el niño se tapa el pozo. El triste caso de Héctor Alejandro Méndez, quien perdió la vida víctima del acoso escolar en un plantel de Tamaulipas, movilizó a la clase política entera. Ahora sí el Congreso se apresta a legislar y las autoridades educativas federales ya diseñaron una estrategia para enfrentar la violencia escolar. Vamos, ni el Poder Judicial podía quedarse atrás: un juez otorgó un amparo a una niña de una escuela en Iztapalapa, debido a las omisiones de las autoridades que toleraron que se le maltratara, y ordenó que esté al cuidado de una persona para protegerla de nuevas agresiones en el aula. Loables las acciones, hacen temer que no sean más que simples cataplasmas para contener la presión mediática, como ocurre cada vez que una tragedia conmueve a la opinión pública, sin que se desarrolle una política integral en la que el respeto al compañero sea una parte esencial de la formación académica, y no sólo el buen deseo expresado en los carteles que la comunidad artística lanzó para alertar contra este cáncer social. 
-El baile. Y como en la canción de La Puerta de Alcalá, el plantón de la CNTE instalado en el Monumento a la Revolución ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo. Símbolo de un conflicto irresoluble, las carpas siguen como el símbolo de un territorio tomado mientras sus responsables no bajan la guardia y mantienen su dinámica de movilizaciones en Oaxaca, en la que no ha faltado el amago de los más radicales con boicotear la Guelaguetza, aunque a estas alturas, en la que la disidencia ha logrado llevar al baile a la reforma constitucional en materia educativa, parece que no habrá más remedio con seguir acumulando estampas de marchas, bloqueos, negociaciones incomprensibles y una desesperante dotación de más de lo mismo.
Al final, como sucede con los álbumes, las imágenes repetidas no sirven para nada (salvo para elaborar el recuento de tantas expectativas frustradas) y son el símbolo de una mala inversión de nuestros, de por sí, escasos recursos. Para conseguir justo la estampa que nos falta es preciso barajar soluciones.
Y que conste que no todo pasa por la tribuna camaral. Legisladores y gobiernos se empeñan en crear leyes que todos violan, cuando muchos de los problemas se resolverían con políticas públicas, que piensen en el largo plazo y no en el cálculo del momento. Está bien que, por ejemplo, se legisle contra el bullying, pero… ¿no sería más eficaz una acción permanente e integral de las autoridades, en conjunto con las organizaciones civiles, para atacar la raíz de un fenómeno que en buena parte se incuba en la familia y que explota en un sistema escolar que no tiene en su currícula la convivencia social como una materia obligatoria?
Ojalá cada una de las estampas repetidas se pudiera canjear por su respectiva solución eficaz. Sólo así sentiremos que la tarea ya está hecha.

Publicada el 8 de junio en Excélsior


Fabiola Guarneros Saavedra-Estampas

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