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Autodefensas en Michoacán (foto publicada en Excélsior)

22 de junio de 2014

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Entrevista con Miguel Herrera, DT de la selección mexicana / Entre mujeres

Jugársela

Con todas las cosas que puedan decirse en su contra, y hay muchas, el futbol es una inspiración.
Cierto: inspira pasiones desbordadas y no todas derivan en conductas apropiadas. Ahí están, como ejemplo, el turista que ya con copas encima se lanzó al mar desde un crucero oThalía, la actriz que se envuelve en la bandera no precisamente para arrojarse de un castillo en defensa de la patria, sino para festejar un buen partido. Episodios que recuerdan la mala fama que nos granjeamos, como cuando otro célebre mexicano orinó sobre la llama del soldado desconocido en París durante el Mundial de Francia 1998.
Y ahora están también las porras mexicanas que con su grito “puuuto” en los estadios han causado controversia, una investigación de la FIFA y una nueva división en la sociedad mexicana entre quienes no ven homofóbica ni discriminatoria la expresión y los que sí.
“Locuras que hace uno de repente”, es la frase que podría aplicar para estos y otros casos y que fue acuñada por el entrenador nacional, Miguel Herrera, durante la entrevista que tuve el honor de hacerle —al lado de mis compañerasPaola Virrueta y Yazmín Jalil— para el programa Entre Mujeres de Excélsior Televisión, transmitido el pasado 24 de mayo.
El técnico se refirió durante aquella charla a la pasión que provoca el balompié y que también lleva a los jugadores a cometer tonterías, consciente ahora de que el papel de los representativos nacionales es el de ser un ejemplo para todos. “El éxito de ellos es el que nos va a arrastrar a todos y dar felicidad a todos los mexicanos”, afirmó aquella vez ElPiojo. Y vaya si se la creyeron. Como bien apuntó PascalBeltrán del Río en su artículo del pasado miércoles, vimos en la cancha a un grupo de mexicanos que pueden llegar lejos, sin complejos, con meta, método y liderazgo.
Por fortuna, con independencia de la suerte que corran en su duelo mañana contra Croacia, los seleccionados mexicanos brindaron el pasado martes una lección de vida que debiera ser modelo o inspiración para otros ámbitos de la vida mexicana donde el rayado de la cancha no es tan claro, y donde más bien parecen tomarse las cosas a juego.
Uno de ellos —¿acaso todavía nos extraña?— es el Congreso mexicano, en el que siguen atoradas las leyes secundarias de las reformas estructurales porque los partidos, más que jugársela en pleno Mundial —de lo que tanto se jactaron que harían—, optaron más bien por el juego de las sillas, en el que unos se sientan mientras otros se levantan.
El fin de semana pasado, el retiro del PRD de las negociaciones sobre las leyes secundarias en materia energética obligó a que, como si fueran niños chiquitos que no se hablan, la comunicación con ese partido por parte de PRI y PAN se diera por medio de ¡cartas! Ante la dificultad de hacerlo en persona, las juntas directivas de las comisiones camarales optaron por la comunicación epistolar para responder a las inquietudes de la izquierda. En esa dinámica de inventar nuevas formas de debatir, quizá los legisladores deberían intentar la próxima vez con mímica. En una de esas se entienden mejor.
Y ya que a media semana se pudo regresar a los perredistas a la mesa, Acción Nacional retornó a su estrategia de jugar a las fuercitas, esta vez para evitar modificaciones a la Reforma Electoral para, por medio de coaliciones, dotar de vida artificial a los partidos pequeños, cuya representatividad cuestiona (la cual por ahora no prosperó, una vez que el Senado cerró el periodo extraordinario sin legislarla). Otro de sus argumentos para llevar las normas energéticas a septiembre o diciembre es que la mayoría de los congresos estatales no han armonizado sus normas electorales con la reforma a escala nacional (hasta el viernes, sólo habían concluido este proceso tres de 17 entidades).
Puede ser que el panismo tenga razón en ambos reclamos, pero, ¿no acaso en el juego de la democracia a veces se gana y a veces se pierde? ¿Por qué entorpecer la cada vez más urgente negociación en materia energética por un desacuerdo en materia electoral? ¿Será nuestro destino manifiesto que cada vez que se está a punto de meter gol tenemos que volar la pelota porque somos incapaces de ponernos de acuerdo para definir cómo disparar al arco?
Son días de definiciones. La Selección Mexicana debe confirmar que lo visto ante Brasil no fue un mero arranque de inspiración, y los legisladores pueden, de una vez por todas, deponer sus infantilismos y por una vez jugársela por el país, sin pretextos de que no se puede avanzar porque se nos atravesó el Mundial. En momentos como éste es cuando de veras tiene sentido desechar las camisas de fuerza y de veras ponerse la camiseta.
DM
Las redes sociales Twitter y Facebook son termómetros que reflejan el estado de ánimo de sus usuarios, y el “puuuto” que gritan los aficionados mexicanos cuando el portero del equipo contrario despeja ha causado casi el mismo grado de polarización que el que vivimos en 2006 con AMLO yCalderón. Hoy las familias están divididas, una palabra tan mexicana y tan utilizada nos asusta y nos ofende. No es para tanto. Divirtámonos un poco. Ahí en las redes está la definición, a la muy mexicana, de esa palabra tan ofensiva.
                Twitter: @Fabiguarneros

Publicada el 22 de junio en Excélsior



Fabiola Guarneros Saavedra-Jugársela

Circo, maroma y teatro

Contaré uno de esos chistes que ameritan la advertencia de que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Un circo llegó a la ciudad y montó toda una enorme campaña publicitaria para anunciar a la máxima estrella de su espectáculo: ¡El hombre que se convierte en animal!
“¡Algo nunca visto! Frente a sus ojos y a los de miles de personas, el increíble acto del hombre que se convierte en animal”. Y así, el circo contrató spots en radio y televisión, páginas en periódicos, anuncios espectaculares, tapizó autobuses y, por supuesto en esta época, saturó las redes sociales.
La expectativa de la gente creció a tal grado que el modesto terreno en el que se asentó el circo fue insuficiente ante la demanda de boletos. Y como tampoco alcanzó el Auditorio Nacional, se contrató el Estadio Azteca para que cupieran todos los ansiosos por conocer al hombre que se convierte en animal.
Y el ansiado día de la función llegó.
Como en todo espectáculo, fueron apareciendo los aperitivos y entremeses que preceden al platillo fuerte. Cada acto terminaba con un tamborileo y una fanfarria: “Ta-raaaán”.
Primero actuó la mujer barbuda. Y al finalizar, “ta-raaaán”. Le siguieron los acróbatas, quienes se jugaron el pellejo con sus piruetas en el aire, que concluyeron con un feliz “ta-raaaán”.
Y dos horas después, llegó el acto estrella. Suena la voz del animador:
“Y ahora, por fin con ustedes: ¡El hombre que se convierte en animal!”
Aparece en la escena un hombre que se sienta sobre un pequeño banquillo, mientras suena incesante el tamborileo. El público calla. La expectación crece. Pasa un minuto. Cinco. Diez. El hombre sigue sentado en el banquillo. La gente se desespera y empieza a gritar y a abuchear. Del fondo de las gradas surge un grito: “Ése nomás se está haciendo buey”.
Y suena el “ta-raaaán”.
Por supuesto, se trata de una broma. Afortunadamente, personajes así no se los encuentra uno en la política. Mucho menos en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en la que obviamente tienen claras las prioridades de los habitantes de la capital mexicana, quienes desde hace años pedían a gritos que no se utilizaran animales en los circos, habida cuenta de que ni siquiera los necesitan si ya hay seres humanos que pueden suplirlos con sobrada habilidad.
El ánimo reformador de los asambleístas no sólo condenó a los circos a no tener animales, sino que también prohibió que estas criaturas sean usadas como premio en concursos y rifas (¿de veras eso es maltrato?) y ¡para tomarse fotografías con ellos! El siguiente paso será legislar sobre las selfies, supongo.
Desde luego, en esa lista de visionarias prioridades legislativas (que seguramente los diputados locales presumirán pronto en anuncios espectaculares) debe figurar esa reforma en la que los padres de los niños podrán decidir el orden de los apellidos, con la cual, el paterno no sería el primero por default, otra exigencia ciudadana en una urbe que afortunadamente no tiene preocupaciones en materia de seguridad y servicios.
Claro, a menos que sea broma. Porque a los políticos ya no se les puede tomar en serio. Ni siquiera cuando se sinceran. Como el caso del exalcalde de San Blas, Nayarit, Hilario Ramírez Villanueva, que el fin de semana pasado confesó en un mitin proselitista —aspira de nuevo al cargo— que durante su anterior gestión sí robó, pero nomás poquito.
Al ver su locuaz declaración en la portada del periódico, quiso rectificar alegando que se trataba de un chascarrillo. Pero sólo se hacía el loco, porque ya el informe de la Cuenta Pública 2011 detectó anomalías en su gestión por unos 25 millones de pesos. Una bicoca para un hombre acusado —según sus propias palabras— de hurtar 120 o 150 millones de pesos, que no ocurrió porque, como bien dijo, “las presidencias municipales están muy pobres”.
Y como prometer no empobrece, los legisladores defendieron a morir su amor por el trabajo para justificar que las leyes secundarias se discutan a como dé lugar en coincidencia con el Mundial. Se jactaron de cumplir con el deber, aunque este abnegado compromiso estuvo ausente en los días previos a la Semana Santa, en los que se tomaron un largo asueto que explica —entre otras cosas— que las referidas leyes se tengan que debatir ahora en un extraordinario. Pero resulta que ¡también era broma! Y los senadores no tuvieron empacho en suspender unas horas su histórica misión para atestiguar la del Piojo Herrera y sus muchachos en Brasil.
Y lo que falta. Preparémonos para la tradicional conversión de la máxima tribuna de la nación en otro teatro del absurdo. Ya el escenario se prefigura: tomas de tribuna, carpas alrededor del Palacio Legislativo, maromas y marometas de opositores para torpedear las votaciones... Y todo para aprobar leyes de las que todos se rían al momento de incumplirlas.
Qué bien que salvaron a los animales del circo. ¿Habrá quien nos garantice una política libre de payasos?

Publicada el 15 de junio en Excélsior
                Twitter: @Fabiguarneros


Fabiola Guarneros Saavedra-Circo, maroma y teatro

Estampas

Ahora que con el Mundial de Futbol está de moda coleccionar álbumes, he decidido armar mi propia colección de estampas a propósito de la política educativa mexicana.
Como ocurre en los hoy llamados stickers (calcomanías), hay un cromo imposible de conseguir, por más que adquiramos sobres y más sobres: el de una educación cabal, integral, que aporte conocimientos y habilidades, y que brinde formación cívica y humanista para los futuros ciudadanos. Una estampa cuyo nombre seguramente empieza con “u” de “utopía”.
En cambio, sucede que varias estampas nos salen repetidas todo el tiempo. Aunque parecen imágenes nuevas porque cambian un par de detalles, se trata en realidad de las mismas escenas recurrentes de la catástrofe perenne en la que vive la enseñanza mexicana. No es posible intercambiarlas por mejores o más escasas, sino por otras parecidas. Justo esta semana nos topamos con todas éstas:
-La prueba. El viernes 30 de mayo fueron robados en la carretera a Chilapa, Guerrero, 13 exámenes escritos de la última etapa de la carrera magisterial para educación primaria, que fueron distribuidos ilegalmente o sirvieron de base para la venta de “acordeones” entre docentes. El hecho obligó a cancelar la aplicación de la prueba e invalidarla donde sí se llevó a cabo. Excélsior publicó el jueves que una copia del examen circuló entre los profesores en un correo electrónico acompañado de un archivo en Word con las posibles respuestas. El caso revela cómo la deshonestidad sigue enraizada en una porción relevante de quienes debían ser ejemplo de honestidad y rectitud. ¿Qué reforma puede prosperar en un terreno ya no digamos infértil, sino de plano podrido por la corrupción?
-La MaestraElba Esther Gordillo puede vanagloriarse de ganar batallas en el ámbito de la legalidad, aunque no en el de la moral. El miércoles, sus abogados lograron que un tribunal cancelara el proceso que enfrenta por defraudación fiscal, aun cuando sigue acusada por lavado de dinero y delincuencia organizada. Quién sabe si la habilidad de sus abogados logre que la exoneren de semejantes cargos. Lo que nunca podrán es salvarla del descrédito social que un día antes provocó que una escuela llamada precisamente Elba Esther Gordillo cambiara su nombre, debido a que sus alumnos y maestros sufrían burlas y acoso precisamente por llamarse así.
-El bullying. O como dice el clásico, muerto el niño se tapa el pozo. El triste caso de Héctor Alejandro Méndez, quien perdió la vida víctima del acoso escolar en un plantel de Tamaulipas, movilizó a la clase política entera. Ahora sí el Congreso se apresta a legislar y las autoridades educativas federales ya diseñaron una estrategia para enfrentar la violencia escolar. Vamos, ni el Poder Judicial podía quedarse atrás: un juez otorgó un amparo a una niña de una escuela en Iztapalapa, debido a las omisiones de las autoridades que toleraron que se le maltratara, y ordenó que esté al cuidado de una persona para protegerla de nuevas agresiones en el aula. Loables las acciones, hacen temer que no sean más que simples cataplasmas para contener la presión mediática, como ocurre cada vez que una tragedia conmueve a la opinión pública, sin que se desarrolle una política integral en la que el respeto al compañero sea una parte esencial de la formación académica, y no sólo el buen deseo expresado en los carteles que la comunidad artística lanzó para alertar contra este cáncer social. 
-El baile. Y como en la canción de La Puerta de Alcalá, el plantón de la CNTE instalado en el Monumento a la Revolución ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo. Símbolo de un conflicto irresoluble, las carpas siguen como el símbolo de un territorio tomado mientras sus responsables no bajan la guardia y mantienen su dinámica de movilizaciones en Oaxaca, en la que no ha faltado el amago de los más radicales con boicotear la Guelaguetza, aunque a estas alturas, en la que la disidencia ha logrado llevar al baile a la reforma constitucional en materia educativa, parece que no habrá más remedio con seguir acumulando estampas de marchas, bloqueos, negociaciones incomprensibles y una desesperante dotación de más de lo mismo.
Al final, como sucede con los álbumes, las imágenes repetidas no sirven para nada (salvo para elaborar el recuento de tantas expectativas frustradas) y son el símbolo de una mala inversión de nuestros, de por sí, escasos recursos. Para conseguir justo la estampa que nos falta es preciso barajar soluciones.
Y que conste que no todo pasa por la tribuna camaral. Legisladores y gobiernos se empeñan en crear leyes que todos violan, cuando muchos de los problemas se resolverían con políticas públicas, que piensen en el largo plazo y no en el cálculo del momento. Está bien que, por ejemplo, se legisle contra el bullying, pero… ¿no sería más eficaz una acción permanente e integral de las autoridades, en conjunto con las organizaciones civiles, para atacar la raíz de un fenómeno que en buena parte se incuba en la familia y que explota en un sistema escolar que no tiene en su currícula la convivencia social como una materia obligatoria?
Ojalá cada una de las estampas repetidas se pudiera canjear por su respectiva solución eficaz. Sólo así sentiremos que la tarea ya está hecha.

Publicada el 8 de junio en Excélsior


Fabiola Guarneros Saavedra-Estampas

Furia

Estampas que de sólo recordar causan indignación. Las imágenes de la golpiza infligida al niño Owen se reproducen en cada nueva noticia que se conoce sobre este horrendo caso de maltrato infantil en el Estado de México. Desgraciadamente, es muy probable que éste no sea el único pequeño víctima de un abuso similar, y el que haya adquirido esta notoriedad y la atención inmediata por parte de las autoridades sólo puede explicarse por la creciente (y en este caso bastante saludable) influencia de las redes sociales.
En julio próximo cumpliré cinco años de que abrí mi cuenta de Twitter. Mucho tiempo, si se considera que muchos nos unimos con cierto escepticismo, pensando que ésta sería otra moda pasajera más popularizada en Estados Unidos y otros países que nos llevan la delantera en cuanto al uso de nuevas tecnologías, y que acá suelen ser más bien excusa para el snobismo.
Lo cierto es que tanto este canal como Facebook arraigaron en México y facilitaron a millones de personas ser parte de una comunidad amplia, plural y diversa, mucho más allá de quienes forman parte de su convivencia directa habitual. Llámense amigos, seguidores, contactos o como se desee, ya poco importa si entre ellos han cruzado una palabra de frente o simplemente intercambian letritas en la pantalla: para todo efecto práctico, ya una buena parte de nuestra vida social transcurre en estos espacios, al grado de que muchas personas estén más atentos a la conversación que fluye en sus teléfonos celulares que a la que ocurre frente a sus narices en una sobremesa o mientras se degusta un café.
Esta columna se llama Mensaje Directo y en algún sentido alude a la propia dinámica que las redes impusieron al oficio periodístico, aceitada por una sociedad que no se conforma con ser simple consumidora de información sino que también la genera para incidir en un cambio que le beneficie.
Y no pensemos solamente en este tipo de efectos trascendentales. Un ejemplo curioso es la cultura del meme, una variedad de chistes que las mayoría de las veces surgen anónimamente gracias a aplicaciones tecnológicas que permiten elaborar y compartir montajes gráficos en los que la sátira y la ironía corren prácticamente sin límites. Los caricaturistas de los periódicos ya no detentan el monopolio de la ridiculización de los asuntos públicos (si es que alguna vez lo tuvieron) y más vale acostumbrarse a que este tipo de humor llegó para quedarse.
Y es justo el humor lo que hizo a muchos de nosotros incorporarnos entusiastamente a esta comunidad. Por las redes sociales he conocido a muchas personas valiosas que en otra época jamás hubiera contactado y cuya mirada agradezco en cuanto ha enriquecido la mía. Y si bien he participado en debates apasionados, siempre prevaleció en esos encuentros el respeto a la visión diferente y la importancia de convivir.
Por ello, me preocupa que una buena parte de la comunidad digital que conocí y otra que se fue incorporando al paso de los años se ha ido alejando de Twitter y Facebook debido a que paulatinamente ha sido copada por una dinámica más densa, en la que es imposible convivir a menos que se piense que todo lo que ocurre está mal y que hay que estar en contra de todo para merecer respeto y no ser víctima debullying y trolleo.
No me refiero, desde luego, a la denuncia y exhibición de conductas inapropiadas (las ladies y los gentlemen, por ejemplo), que fungen como un mecanismo de control social para que los propios ciudadanos —y no sólo las autoridades— moderen su conducta; ni me refiero al activismo que expresa su oposición a las autoridades y personajes públicos a golpe de hashtags (etiquetas), cada vez menos de manera creativa y sí incurriendo con mayor frecuencia en el lenguaje soez y vulgar.
Me refiero a un ambiente general que he percibido de frustración y mal humor que, si bien puede tener causas sociales reales (la falta de solución a problemas acuciantes en materia política, económica, social y de seguridad), también es resultado de una libertad de expresión que en las plataformas digitales se utiliza para agredir impunemente.
Muchas personas que son incapaces de confrontar a sus semejantes de frente encuentran en las redes el escudo para poder lanzar invectivas crueles, como si ello les granjeara popularidad. La agresión suele lanzarse contra quienes no comparten las visiones maniqueas que culpan de todo mal a los gobiernos y consideran a los ciudadanos como puros e inmaculados.
Y muchos, que en otras épocas llamaron la atención por su ingenio, ahora se sienten obligados a cuestionar cuanto asunto genere tendencia. Desde luego, tiene que ser para criticar, objetar, rechazar, descalificar, censurar y cualquier otro verbo con connotación negativa que no deje duda de su vocación opositora, pero que lamentablemente no viene acompañada de propuesta o sugerencia alternativa.
¿Por qué tanto enojo? Ojalá (y esto es sólo un buen deseo) la furia que veo circulando en la red se circunscriba sólo a la denuncia de los casos de abuso que deben unirnos para evitar que ocurra uno más, y no se extienda a otros ámbitos donde pueden perfectamente reinar la armonía y el buen humor junto con el debate constructivo. En síntesis, desterrar la frialdad para recuperar lo cool.
Publicada el 1 de junio en Excélsior

Fabiola Guarneros Saavedra - Furia

A ver

¿Sabe la diferencia entre “a ver” y “haber”?
Es un error que se comete muy frecuentemente a la hora de escribir: cuando la gente quiere decir “a ver”, una fórmula para llamar la atención, suele escribir “haber”, un verbo que nada tiene que ver… al menos hasta hace unos días.
A ver… ¿por qué?
Porque “haber”, que como verbo tiene diversos significados, entre ellos “deber”, “poseer”, “ocurrir”, “tener que”, “hallarse”, “existir”, etcétera. Pero en estos días se nos apareció como sustantivo (en su acepción de “conjunto de bienes de una persona”) como parte de un curioso eufemismo: “haber de retiro”.
Lo que hay ahora es un punto de discordia entre los partidos políticos por la repentina (acusan algunos) aparición de una pensión vitalicia para los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación una vez que cumplan con su encargo, y que podría quedar reducida a sólo un par de años.
Esta polémica pensión fue aprobada hace más de una semana como parte de la legislación secundaria de la Reforma Política, y sus detractores dicen que no “había” indicios de ella. ¿O no la “vieron”?
A ver… ¿qué hay aquí?
¿Por qué ahora nadie se “había” dado cuenta de lo que se cocinaba a pesar de que, como publicó Excélsior hace una semana, el “haber de retiro” fue incluido en el paquete de reformas político-electorales desde finales de abril, según relataron legisladores que integraron aquella famosa “Mesa de Aproximación”? ¿Por qué, en medio de tanto jaloneo previo entre los partidos, que fueron incapaces de ponerse de acuerdo en el periodo ordinario de sesiones, no se “vieron” las implicaciones que traería autorizar un privilegio de esta magnitud justo cuando buena parte de las pugnas tenían que ver con dinero? ¿No lo vieron venir?
Haber. En materia electoral, lo que siempre ha habido (y al parecer nunca dejará de haber) es suspicacia. Hace 20 años no había magistrados electorales como los de ahora. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación fue creado en 1996, y representa (junto con el ya desaparecido IFE) uno de los órganos del Estado más consistentes que han garantizado la estabilidad institucional después de turbulentos y polémicos comicios.
La memoria de este país ya no registra, por ejemplo, que en 1988, en la controversial elección de Carlos Salinas, todavía estaba vigente el sistema de autocalificación, en el que los legisladores electos eran juez y parte (la Cámara de Diputados se convertía en colegio electoral), pues juzgaban y validaban el propio proceso en el que habían participado.
El conflicto electoral de aquel año dio lugar a una serie de reformas que suprimieron aquel sistema arcaico (e impensable en un régimen como el de hoy) del que surgieron primero el Tribunal de lo Contencioso Electoral (Tricoel) y luego el Tribunal Federal Electoral (Trife), que cambió su nombre cuando hace 18 años pasó a formar parte del Poder Judicial de la Federación, como una vía para garantizar su independencia.
En este tiempo, la gestión de TEPJF no ha estado exenta de polémicas, pero al final ha prevalecido su credibilidad como garante de los resultados electorales.
Entonces, a ver: ¿qué necesidad había de someter a los magistrados al habitual sospechosísmo que siempre especula sobre las presuntas razones ocultas de esta prestación, sobre todo por la forma tan extraña como se procesó legislativamente, al grado que la izquierda ya propuso crear una comisión especial del Congreso… que investigue al propio Congreso?
¿Qué necesidad había de establecer una pensión de esta naturaleza en momentos en el que precisamente el tema de los salarios es un punto sensible para buena parte de la población, que aún está a la espera de los beneficios de las reformas estructurales que siguen en proceso?
Ahora lo que hay… que ver es este galimatías en el que se aprueba un “haber de retiro”, que primero se supone que será vitalicio, y que se pretende legislar de nuevo ya sea para limitarlo o de plano eliminarlo, pero que sus beneficiarios ya anunciaron que lo rechazarán. ¿Hay en todo este vodevil al menos un mínimo de coherencia?
A ver si ahora sí legislan como se debe. A ver si los partidos nuevamente se ponen de acuerdo. A ver si esta vez sí leen, o a ver si no se quejan de otro nuevo madruguete. Y en caso de que al final prospere ese haber, a ver si los magistrados cumplen con su promesa de renunciar a ese privilegio, que sólo vino a socavar su prestigio y a provocar una nueva fisura cuando hay verdaderamente otros haberes (en el sentido del deber) mucho más urgentes.
Ni cómo llamarse a sorpresa. Así es la política mexicana. Lo que ven es lo que hay.
Publicada el 25 de mayo en Excélsior

Fabiola Guarneros Saavedra-A ver