EDUCACIÓN Y
DEMOCRACIA
ENLACE mostró un país
rezagado en la enseñanza básica, y el desarrollo social se logra con un pueblo educado.
Hace
90 años nació la Secretaría de Educación Pública (SEP), José Vasconcelos
cabildeó con diputados y el entonces presidente Álvaro Obregón un proyecto
educativo nacional, que alfabetizara e instruyera a los mexicanos con una
visión integral y de desarrollo.
La
idea de Vasconcelos era transformar a los sectores marginados en grupos
productivos y creadores, para que la población se integrara en “una unidad
nacional libre y democrática.” Luchó por crear una estructura educativa para
las mayorías.
El
primer secretario de Educación Pública estaba convencido de que la educación
permitía “modelar a los hombres para una función social”; es decir, prepararlos
para que tuvieran un papel protagónico en el desarrollo del país.
Y
así es, la educación es la base del progreso económico y cultural de una
nación; procura el bienestar y la paz social, pero ¿cómo crece un país con 33
millones de mexicanos de 15 años y más en condiciones de rezago educativo?
¿De
qué tamaño es el compromiso de nuestras autoridades con la educación que se
imparte en las primarias, secundarias y bachilleratos? Si revisamos los resultados
de la más reciente prueba ENLACE, el panorama es desalentador y revela que no
hay ningún compromiso con los futuros ciudadanos.
Más
de nueve millones de estudiantes, de los 14 millones evaluados con ENLACE,
tienen nivel de “insuficiente” y “elemental” en Matemáticas, e “inquietantes”
en lectura y escritura.
La
OCDE, después de analizar los resultados de la prueba PISA del 2009, estimó que
en un lapso de 80 años, México no ganará 25 billones de dólares, porque 50 por
ciento de los estudiantes mexicanos de 15 años no tienen los conocimientos
básicos para enfrentar la vida cotidiana y así contribuir al crecimiento
económico del país.
Educar
democratiza, permite superar las desigualdades sociales, acorta la brecha entre
ricos y pobres, hace crecer a una nación. Un país educado, culto, preparado con
las herramientas que dan los libros, el arte, la ciencia y la técnica, avanza.
Un
ciudadano educado exige sus derechos, atiende sus obligaciones, trabaja por su
país y aporta valores.
Un
país que exhibe su rezago educativo --pues más del 60 por ciento de sus
estudiantes de primaria obtiene calificaciones de “insuficiente y elemental”--,
tiene un compromiso pendiente con el desarrollo.
Han
pasado 90 años y el ideal de Vasconcelos de quitarle la ignorancia a los mexicanos
aún no se concreta; tampoco hemos logrado que todos tengan acceso a la
educación gratuita, ni se ha disminuido la brecha entre ricos y pobres. México
avanza lento.
El
secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, la líder del Sindicato Nacional
de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, y nuestros
gobernantes no deberían de estar de fiesta, los resultados en español, lectura,
matemáticas, geografía e historia nos colocan como un país con rezagos. ¿Quién
puede sentirse satisfecho?
Hoy,
es necesario renovar el pacto educativo y desempolvar el objetivo del filósofo
oaxaqueño: que no haya un solo analfabeta en el país. Pero para ello se
necesita un compromiso con México, no una “alianza educativa” de membrete entre
SEP y SNTE ni la que justifica el gobierno federal con Elba Esther Gordillo,
porque se confunde con los intereses electorales.
Para
que México continúe su construcción democrática y crezca económicamente necesita
que las autoridades, legisladores, maestros y padres de familia vean en la
educación una herramienta de desarrollo social.
http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&id_nota=770453
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