Les comparto mi primer artículo de opinión, publicado el 4 de septiembre en Excélsior:
Nos quedaron debiendo el periodo extraordinario de sesiones.
Los partidos representados en el Congreso de la Unión no lograron superar las
diferencias en los temas que darían al país certidumbre financiera, seguridad,
instituciones sólidas, reglas electorales claras y una reforma política con
mayor participación ciudadana.
En las Cámaras de Senadores y Diputados se quedaron
pendientes: la Ley de Seguridad Nacional, las iniciativas contra el lavado de
dinero, en materia de jurisdicción militar, la que crea el mando único
policial; las nuevas leyes para combatir la corrupción y el nombramiento de
tres consejeros del IFE.
Las fuerzas políticas traen su propia agenda y la pluralidad
que vivimos en el Congreso no permite a nadie pasar por encima del otro con la
práctica antigua del “mayoriteo”. Hoy es necesario buscar el voto del
adversario, llegar al acuerdo, garantizar la gobernabilidad.
Inicia un nuevo periodo ordinario de sesiones y la cuenta
regresiva del último año de la LXI Legislatura, es la oportunidad para que los
diputados y senadores apuntalen las estructuras del país que nos toca construir
a todos. Los partidos políticos tendrán que negociar la Ley de Ingresos, el
Presupuesto de Egresos y los criterios de la política económica para el próximo
año, y al mismo tiempo ocuparse de dirimir sus diferencias internas por la
sucesión presidencial y elegir a sus candidatos.
Mientras tanto, los pendientes nacionales que han minado al
país como la inseguridad, las muertes y la violencia provocada por el crimen
organizado, el desempleo, la corrupción en los sindicatos y estructuras de
gobierno, la pobreza y la impunidad seguirán estallando y recordándole a los
partidos que se necesitan las reformas.
¿Qué país queremos? ¿Nos quedamos con éste, así como está,
con leyes que ya no funcionan para la época que estamos viviendo? No importa quién gane la Presidencia de la
República en 2012, si no se hacen las reformas necesarias no se podrá gobernar México.
Claro que hay proyectos distintos de país, eso abona a favor
de la democracia, pero hay que dar el paso que permita la gobernabilidad dentro
de la pluralidad de ideas.
Si los partidos no logran los acuerdos, el país no avanza.
Hoy no tenemos las herramientas jurídicas para pegarle al crimen organizado en
donde más le afecta: el dinero y sus propiedades.
Carecemos de los instrumentos legales para acabar con la
corrupción en los cuerpos policiacos y tampoco nos hemos puesto de acuerdo en
dónde queremos que estén las fuerzas armadas: en la calle, combatiendo al
crimen organizado porque no tenemos policías limpias e incorruptibles, o en los
cuarteles.
La deuda con México crece y los partidos no han respondido
con leyes para proteger a las víctimas de los grupos criminales, a los
desempleados, a los que viven en extrema pobreza.
De nada sirve prometer reformas como reacción a una
tragedia, porque los políticos pierden credibilidad. Escuchamos lo mismo cuando
ocurrió la masacre de jóvenes en Villas de Salvárcar y la de los migrantes de
San Fernando, el ataque en el casino de Monterrey o cada que desaparecen
militares, marinos, alcaldes, periodistas, mujeres o niños.
Ahí están los familiares de los mexicanos que hemos perdido.
Y mientras se cultiva la parálisis legislativa, la impunidad
gana terreno, crece el descrédito de los partidos y el hartazgo de los
ciudadanos hacia sus políticos.
El tercer año de la LXI Legislatura es la oportunidad para
empezar a pagar la deuda que los partidos y autoridades tienen con México.
Aquí la liga:
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