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Autodefensas en Michoacán (foto publicada en Excélsior)

12 de septiembre de 2011

Palabras y Poderes


Hay palabras que pesan demasiado y son incómodas, pero no son las frases ni los señalamientos los que crean inestabilidad en el país; ésta se alimenta de la impunidad, de la corrupción y de la desigualdad social.
Las palabras transformadas en acusaciones, sin pruebas, generan encono, resentimiento, confrontación; pero son los hechos y las omisiones lo que llevan al país a perder el estado de derecho.
En los últimos días hemos visto al Poder Ejecutivo cuestionar la actuación del Poder Judicial. El presidente Felipe Calderón ha pedido evaluar el desempeño de los jueces y ha señalado que algunos fomentan la impunidad y la corrupción.
La Suprema Corte se ha defendido y su presidente, Juan Silva Meza, le ha pedido que sustente los presuntos actos de corrupción. Apenas, el martes, el Consejo de la Judicatura Federal dijo a Calderón que cuestionar el trabajo de los jueces por consigna y sin pruebas atenta contra la estabilidad nacional.
En nuestro tránsito hacia la democracia hemos dejado atrás Poderes autoritarios y otros sumisos; estamos construyendo el equilibrio, el sistema de frenos y contrapesos, por eso hoy vemos a dos de ellos ventilar sus diferencias en público, expresar sus desacuerdos y lanzarse acusaciones.
¿Cuál debiera ser el debate de fondo? Sin duda, la revisión de nuestro sistema de justicia. Cuestionarnos cuáles son las deficiencias perennes. ¿Es obsoleta la legislación que tenemos? ¿Qué  es lo que falla, la integración de expedientes que se entregan a la autoridad judicial o el criterio de los jueces?
El presidente Calderón  tiene razón cuando dice que está cansado de la actuación de los jueces: “Uno los agarra y los agarra (a los delincuentes) y los sacan y los sacan”.
Pero también los jueces están en lo correcto cuando señalan que no todos los expedientes llegan bien integrados ni con las pruebas suficientes.
Pero entre una y otra verdad, los hechos le dicen al ciudadano que algo anda mal, que no hay castigo para los delincuentes ni existe la justicia en México.
Los hechos: liberación del asesino confeso de Rubí, hija de la activista Marisela Escobedo, asesinada en Chihuahua; la de Jorge Hank Rhon, a quien se le encontraron 88 armas en su casa, porque no se integró bien el expediente; Greg Sánchez abandona la prisión porque PGR no entregó pruebas suficientes para acreditar lavado de dinero y delincuencia organizada, y lo mismo pasó con los 11 presidentes municipales de Michoacán detenidos por presuntos vínculos con el narcotráfico.
Uno de los responsables del incendio del Casino Royale, en Monterrey, ya había sido detenido por robo con violencia y fue liberado por un juez, y Néstor Moreno Díaz, ex funcionario de CFE acusado de enriquecimiento ilícito, obtuvo un amparo para no ser encarcelado.
A Antonio Zúñiga, el presunto culpable, lo condenaron a prisión por la penosa actuación del Ministerio Público y del juez, a pesar de ser inocente. Y como éstos, hay miles de casos.
Son los resultados en materia de procuración e impartición, los que señalan las deficiencias de nuestro sistema de justicia y los que generan la inestabilidad.
El llamado es a revisar dónde está la falla e involucra al Poder Legislativo, que en este intercambio de acusaciones entre Ejecutivo y Judicial guardó silencio.
La solución está en la corresponsabilidad.

Aquí la liga:

 Publicado el domingo 11 de septiembre en Excélsior

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