2011 nos mostró un México violento y corrupto.
Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas… que cambiaron la percepción del país en el que nací y vivo.
La llegada de 2012, el año de los
cambios, nos obliga a tener presentes los sucesos que enlutaron a
México y nos mostraron una realidad que se callaba por miedo, por no
saber cómo enfrentarla o, lo peor, porque dejaba al descubierto una red
de complicidades entre autoridades, políticos y crimen organizado.
2011 fue un año de enseñanzas
difíciles. Las fosas clandestinas halladas en Tamaulipas y Durango,
donde encontraron 193 y 246 cuerpos, respectivamente, nos mostraron una
problemática poco atendida por las autoridades: la desaparición,
maltrato y extorsión de los migrantes nacionales y extranjeros que
buscaban cruzar el país de sur a norte.
El año que terminó fue uno de los
más violentos. El crimen organizado respondió a la guerra que le
declaró el gobierno federal con ataques a la población y tirando
cadáveres por todo el país para generar temor entre los habitantes. Las
autoridades federales calificaron, incluso, como actos terroristas las
acciones de los grupos criminales.
El 25 de agosto, justo a la hora de la comida, 12 sujetos ligados a la organización de Los Zetas
incendiaron un casino en Monterrey, para asustar a los dueños que se
negaban a pagar la cuota de extorsión. Murieron 52 personas. Este
acontecimiento también exhibió el chantaje que Jonás Larrazabal,
hermano del alcalde de Monterrey, realizaba a los dueños del
establecimiento.
Veracruz, Sinaloa y Jalisco fueron
escenarios de matanzas. En Boca del Río, el 20 de septiembre fueron
arrojados 35 cadáveres frente a un centro comercial; el 25 de noviembre
en Culiacán fueron hallados en un automóvil 16 cuerpos calcinados, y al
día siguiente, el 26 de noviembre en Guadalajara, el crimen organizado
abandonó 26 cuerpos en tres camionetas.
Seis alcaldes murieron víctimas de
la delincuencia organizada: Saúl Vera, de Zaragoza, Coahuila; Abraham
Ortiz Rosales, de Temoac, Morelos; Luis Jiménez, de Santiago Amoltepec,
Oaxaca; Fortino Cortés, de Florencia de Benito Juárez, Zacatecas; José
Eduviges Nava, de Zacualpan, Estado de México, y Ricardo Guzmán, de la
Piedad, Michoacán.
Apenas, el 22 de diciembre, en la
carretera Tempoal-Pánuco, en la zona fronteriza con Tamaulipas, otro
grupo criminal atacó a tres autobuses con pasajeros. El saldo: 16
muertos, 11 civiles y cinco presuntos atacantes.
Otra revelación que trajo el 2011
fue el nivel de penetración del crimen organizado en la política y
procesos electorales. El presidente Felipe Calderón declaró que en la
elección en Michoacán, el crimen organizado amenazó y bajó a más de 50
candidatos locales.
Fue el año de Presunto Culpable y Miss Bala, retratos de nuestro fallido sistema de procuración de justicia.
En el terreno político también hubo
lecciones, como la falta de acuerdos en la Cámara de Diputados para
designar a tres consejeros del IFE. Después de 14 meses, en la última
sesión del año, el 15 de diciembre, se dieron los nombramientos;
mientras tanto, la autoridad electoral se aprobó un bono de 150 mil
pesos extra para cada consejero, a fin de compensar la carga de trabajo.
Vinieron los destapes
presidenciables e inició el proceso electoral con nuevas reglas que
definen lo permitido y lo prohibido en periodos de precampaña, pero que
dejan en libertad a los candidatos únicos de hacer lo que quieran,
porque no se contempló en la ley esa figura, salvo el impedimento de
aparecer en spots de radio y televisión.
Los hechos del 2011 nos obligan a
pensar qué tipo de país queremos reconstruir, sobre todo cuando tenemos
en puerta la elección presidencial y la renovación del Congreso de la
Unión, el próximo 1 de julio del 2012.
Yo no olvido al año viejo...
*Subdirectora editorial de Excélsior
Twitter: @Fabiguarneros
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