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Autodefensas en Michoacán (foto publicada en Excélsior)

23 de abril de 2012

La amenaza

El crimen organizado es un riesgo para la democracia.

La penetración del narcotráfico en la política mexicana y en sus procesos electorales es un asunto delicado que no puede quedar en la simple declaración o en el anecdotario de las frases de campaña. Tampoco debería ser un tema utilizado simplemente para restarle popularidad y votos al adversario político.
El crimen organizado es un riesgo para la democracia, penetra y soborna conciencias, impone candidatos, financia campañas, amenaza y quita del camino al político que contraviene sus intereses.
Cuando se denuncia la presencia del narcotráfico en elecciones, estamos hablando de dinero ilícito, de presión, del control que ejercen en ciertos lugares del país y de violencia extrema.
Recordemos dos hechos recientes: el 2 de noviembre mataron a Ricardo Guzmán, alcalde de La Piedad, Michoacán, mientras repartía propaganda de Luisa María Calderón, candidata panista al gobierno del estado, y el 28 de junio asesinaron a Rodolfo Torre Cantú, aspirante a la gubernatura de Tamaulipas, por la alianza PRI, PVEM y PANAL.
Excélsior en su edición del 13 de noviembre publicó que el narco bajó de la contienda electoral de Michoacán a 52 candidatos a presidentes municipales y diputados locales, porque fueron amenazados. El presidente Felipe Calderón retomó el asunto y refirió que el crimen organizado dijo a esos aspirantes  “o te alineas con nosotros o te desaparecemos” y pues mejor renunciaron.
Calderón tomó la decisión de denunciar la injerencia de las organizaciones criminales en los procesos electorales, pero ¿por qué hasta ahora, si el narcotráfico no surgió por generación espontánea?
El crimen organizado ha ido ganando espacio en los territorios del país donde la ley no se respeta, se fracturó el Estado de derecho y se corrompió a la autoridad. Es en esos lugares donde los jefes de la plaza tienen injerencia y control sobre los gobiernos, legisladores, policías y la propia comunidad.
En esos territorios —que bien pueden ser Michoacán, Tamaulipas, Durango, Chihuahua, Sinaloa, Coahuila, Guerrero o Veracruz— el narcotraficante actúa como benefactor, construye escuelas, calles, genera empleo, cobra por garantizar la seguridad; es decir, sustituye al Estado.
El poder que construye el narcotráfico no se ejerce en las catacumbas del país, sino a la vista de todos. Y hoy nos enfrentamos a la tentación que representa su influencia y dinero.
Los efectos del crimen organizado son una amenaza para todos, nadie puede gobernar amedrentado o en un clima de guerra, de violencia extrema o con el peso de los muertos que arroja esta actividad criminal.
El dinero y la violencia que produce el crimen organizado no deben convertirse en un arma de campaña para vencer al enemigo, porque entonces estaríamos menospreciando la realidad y las llamadas de atención de ciudadanos como los maestros de Acapulco o los médicos de Ciudad Juárez, que salieron a las calles a protestar porque están cansados de las amenazas de las organizaciones delictivas.
En esta época de zozobra y de denuncia, los políticos debieran entender que en los tiempos electorales conviene deponer sus diferencias partidistas para enfrentar un enemigo común, pero hemos visto lo contrario. Los partidos y sus aspirantes presidenciables de PRI, PAN, PRD o coaliciones, se suben al ring de la declaración y la descalificación, sin asumir que también son responsables del crecimiento de este cáncer llamado narcotráfico.
Ojalá su visión de Estado les alcance para entender que conviene desde ahora poner solución de tajo a este flagelo y no esperar a ganar la elección del 2012.
A ningún partido le conviene llegar al poder con una granada en la mano.
               *Subdirectora editorial de Excélsior
         fabiola.guarneros@nuevoexcelsior.com.mx
                Twitter: @Fabiguarneros

Publicado el domingo 11 de diciembre del 2011, les comparto la liga:
http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&id_nota=793798 

 

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